viernes, 1 de abril de 2016

Entrenados para la Guerra



Nm 1:1-3, Dios hace un censo con aquellos que son CAPACES DE IR A LA GUERRA. Dios está levantando su ejército de los últimos tiempos pero solo los que han alcanzado madurez podrán pelear las batallas del Señor. Estas batallas serán mucho más fuertes que las que hasta hoy hemos vivido y necesitaremos acceder a recursos que ya están disponibles en la plenitud de Dios. Debemos aprender a acceder a dichos recursos (Jn 1:17), gracia sobre gracia. La pregunta es si es que acaso nosotros aparecemos en esta lista, ¿Estaremos en el censo de Dios?
2 Tim 1:14 dice que somos responsables del depósito de Dios en nuestras vidas. Tenemos una vasija espiritual que se llena en la medida en que se vacía y se pide con ansias que se llene de nuevo. Accedemos a esta plenitud cuando apreciamos y agradecemos por el depósito que se nos ha dado; esto significa por ejemplo estar agradecida en todo y dejar de compararse con otros porque cada uno tiene su propio don de Dios y no debemos movernos en una unción ajena. La otra condición para acceder a esta plenitud es nuestra fidelidad con lo poco o mucho que recibimos. Debemos usarlo para desplegar la gloria de Dios no la nuestra, para hacer las obras de Dios no las nuestras, para vivir Sus propósitos, no los nuestros. La tercera condición es que debemos formar una nueva generación, que se nutra de este depósito y desarrolle su propio don de Dios. Debemos invertirnos en las nuevas generaciones.
Al igual que la santidad, este depósito de Dios YA LO TENEMOS pero aún no está completa la plenitud de Dios en él. Efesios 1:3 dice que tenemos acceso a todas las bendiciones espirituales, pero, al igual que si quisiéramos bebernos un lago entero, bebemos de ese lago vaso a vaso, alcanzando más de esa plenitud cada vez. Las pruebas que pasamos son precisamente mediciones de la capacidad que tenemos de acceder a esa plenitud y mientras más nos acerquemos a los últimos tiempos, más necesitaremos de ella.
El Espíritu Santo se ha manifestado en el hijo de Dios de diferentes maneras, a través de las diferentes épocas. Vemos por ejemplo que, aunque el anhelo de Dios habría sido que viniera sobre TODOS, como lo dijo Moisés a Josué “ojalá que todos profetizaran”, es un hecho que en el AT no vino SOBRE TODOS sino SOBRE UNOS CUANTOS. Incluso, como el ejemplo de Saúl, en algunos casos el Espíritu Santo era quitado. Cuando viene Jesús, después de Su muerte y Su resurrección, vemos el derramamiento del Espíritu Santo en pentecostés; aquí se abría una nueva época para la historia de la Iglesia y del mundo. Ahora el Espíritu Santo vendría sobre TODOS LOS CREYENTES y creemos que viene a nosotros en el momento en que recibimos a Jesús como nuestro Señor y Salvador. Ahora bien, en ese momento, aunque hemos recibido al Espíritu Santo, NO CAMINAMOS AUN EN TODA LA PLENITUD DISPONIBLE. Y creemos que de este lado de la eternidad no se logrará sino hasta el otro lado de la eternidad, pero el relato de Joel nos da una idea de lo que deberíamos estar experimentando, aún de este lado de la eternidad. Y vemos que aún no lo experimentamos ni siquiera como lo hicieron los Apóstoles, y por cierto que ahora deberíamos ver obras mayores incluso que las que Jesús hizo.
Lo que queremos decir con esto es que hay un poder y revelación todavía disponible para nosotros en una dimensión que deberíamos ser capaces de experimentar y que por cierto esa es la voluntad de Dios para la Iglesia de estos tiempos. Lc 11:13 dice que el Padre nos dará el Espíritu Santo si se lo pedimos. Pero se supone que ya lo tenemos…entonces no creemos que está hablando del Espíritu Santo sino de la medida de la plenitud del mismo; en otras palabras, si le pedimos al Padre él nos dará más de Su Espíritu y veremos y haremos obras mayores.
Ahora bien, teniendo en cuenta de que entramos en una guerra para la cual tendremos que acceder a la plenitud de Dios porque lo que tenemos no nos alcanza, dados los desafíos que tenemos por delante, es necesario que sepamos en parte a qué tenemos acceso para estos últimos tiempos.

En Apocalipsis 5:6 y 4:6 vemos un cuadro muy interesante. Vemos al Cordero como inmolado que se presenta delante del trono de Dios y desata SIETE ESPÍRITUS o siete manifestaciones del Espíritu de Dios hacia la tierra. Estos siete espíritus o fluires del mover de Dios son:
1.       Espíritu de Sabiduría y revelación
2.       Espíritu de Verdad
3.       Espíritu de Santidad
4.       Espíritu de Vida
5.       Espíritu de Adopción
6.       Espíritu de gracia
7.       Espíritu de gloria
Contrastemos esto con Isaías 11:1-2 en donde se mencionan unos cuantos de estos espíritus pero no todos. Al menos los primeros tres quizá se relacionan con el primero y los dos que siguen con el de gloria.
Ahora bien, debemos santificar nuestra imaginación para al menos tener una idea de que estamos hablando. Cuando hablamos por ejemplo del espíritu Santo, debemos recordar que no es una blanca palomita, sino el poderoso Espíritu que levantó a Jesucristo de entre los muertos y que es capaz de hacer cosas mucho más grandes de lo que pedimos o entendemos. En otras palabras, toda arma espiritual que hasta ahora conocíamos, es como de juguete comparado con acceder a estos fluires del Espíritu. Esto es guerra de tercer nivel. Al acceder a esta revelación accedemos a lo que Dios quiere hacer, por lo tanto, comenzamos una guerra a la ofensiva y no a la defensiva, que es lo que hemos estado haciendo hasta hoy. Ya no vamos a responder ni ocultarnos de los ataques del diablo ni dejar que nos tome por sorpresa, ahora nosotros lo tomaremos a él por sorpresa ya que el diablo no sabe ni tiene idea de lo que Dios tiene en mente y el se  lo hace saber a Su Iglesia por lo tanto el último en enterarse es el diablo y lo tomamos por sorpresa. Somos nosotros los que tenemos que arrebatarle al diablo esta tierra pues Jesús ya venció por nosotros la batalla. El diablo es un usurpador e invasor y nosotros tenemos la orden de desalojo a ejecutar por medio de los recursos que Dios nos ha dado, incluyendo ángeles. El Señor es el Capitán de las Huestes y Él se mueve no a respuesta del ataque del diablo sino conforme a Su plan eterno del cual nos llama a formar parte.
Pues bien, siendo que tenemos acceso a tan grande recurso enviado por el Cordero, el diablo responde cuando comienza a darse cuenta de que algo está sucediendo. Su estrategia es enviar espíritus engañadores que se parecen a los siete Espíritus de Dios. Apocalipsis 12:3.


Los espíritus que el diablo envía son PRINCIPADOS. En términos de guerra espiritual es lo más grande y poderoso que existe en la tierra, pero en términos bíblicos, son tan solo principados del tamaño de ángeles o arcángeles, PERO NO SON DIOS ESPÍRITU SANTO. Entonces no son igual de poderosos solo actúan para engañarnos y detener los planes de Dios. Pero sí, tienen poder! Además, como han estado en la tierra por miles de años, saben algunas cosas…y al final se alinearán al gobierno del Anticristo. Pero Juan el apóstol dijo que el espíritu del anticristo ya estaba en el mundo, es decir, el que se opone a los planes de Jesús ya estaba desde que Juan escribió. Son estos principados los que preparan el camino para el Anticristo a través de su influencia sobre las naciones y cuando el Anticristo venga se le unirán, con todo su poder e influencia y recursos a nivel mundial, para batallar contra el Cordero.

Cuando Dios envía un mover especial a su Iglesia, uno de los siete espíritus de Dios, el enemigo enviará un espíritu contrario con el objetivo de DETENER Y DESTRUIR lo que Dios está haciendo. Esto lo logra de dos maneras:
1. El espíritu enviado tratará de confundir a la Iglesia disfrazándose del Espíritu que Dios ha enviado. Cuando las personas comienzan a abrazar este mover QUE SE PARECE AL QUE DIOS HABÍA ENVIADO, entonces se adentran en una espiral decadente que solo conlleva a la confusión, se roba la unción, mata la esperanza, destruye la influencia de Jesús, a través de la iglesia, en el mundo. Incluso tratará de matar a las personas sobre quienes ha descendido el Espíritu de Dios en mayor medida en un área específica.
2. La segunda estrategia es que, si no logra confundir a las personas, levantará contra ellas un ataque frontal directo de modo tal que apartemos nuestra mirada de lo que Dios ha estado haciendo y quiere hacer, de la Gloria que está manifestando; las personas comienzan a fijarse en lo que está mal en lugar de ver por ejemplo que Dios está ordenando las cosas. Las personas comenzarán a enfocarse en que los demás les han hecho daño en vez de unirse a lo que Dios está haciendo.

1 Pedro 4:12-14 dice que cuando el Espíritu de Gloria viene sobre alguien, el enemigo tratará de frenar el depósito de gloria, ya sea convenciéndolo a que peque y se salga de la ruta que llevaba o atacándolo. El diablo simplemente odia la Gloria y quiere destruirla. A Pedro le sucedió eso mismo; Dios estaba revelando a su vida cosas imposibles, como que Jesús era el Hijo de Dios. Confesar que Jesús es el Hijo de Dios solo es posible por el poder del Espíritu Santo obrando en la persona. No hay poder mas grande que ese, que alguien confiese a Jesús. Pedro recibió esa revelación de parte del Padre señalando que era escogido de Dios. Tal nivel de gloria atrajo la atención del diablo y lanzó una ofensiva contra él aprovechando su debilidad de carácter (quería ser el líder sin ir a la cruz) y con el propósito expreso de sacarlo del redil, ya que él sería uno de los principales líderes de la Iglesia que estaba naciendo.

También vimos suceder eso cuando Jesús es bautizado y es llevado al desierto. Hay tal cantidad de gloria en El que tan pronto sale a las ciudades, milagros comienzan a suceder y milagros poderosos nunca antes vistos, los cielos literalmente estaban abiertos para El y Su ministerio. Pues en el desierto el diablo quiere poner en duda su identidad de Hijo y Su llamado, ¿De verdad eres el Hijo de Dios? El diablo pretendía romper la relación de Jesús con el Padre y prevenir la victoria final.

Conociendo esto, entonces, debemos estar prevenidos para lo que viene porque vamos a comenzar a experimentar los Siete Espíritus y se activará una persecución. Debemos estar listos a no dejarnos confundir, crecer en carácter, en nuestra relación con Dios, nuestra identidad, pero también debemos estar listos a no desenfocarnos de la Gloria que Dios quiere derramar. Creo que eso es lo que hicieron los constructores de Nehemías que tenían una espada en una mano y ladrillos en la otra. Posicionémonos adecuadamente en lo que Dios está haciendo y por ninguna razón vayamos a salirnos del curso por el cual nos lleva.






















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