viernes, 6 de septiembre de 2013

Tiempo de rendir nuestra agenda a Dios


Estamos siempre en el capítulo 6 del libro de Isaías. En esta oportunidad estaremos estudiando la interacción de Dios con el profeta a través del carbón encendido tocando sus labios.

Lo primero que notamos después de ser alertados por los Serafines de la presencia de Dios, es que el profeta acepta su pecaminosidad. Solo este hecho es de vital importancia hoy día. Muchos de los evangélicos hemos equivocado el concepto del arrepentimiento; nos creemos perdonados por la sangre de Jesús y limpios de todo mal desde antes y hasta el fin. Aunque esto es cierto, el acceso a esa clase de perdón incondicional depende de nuestro arrepentimiento, entendiendo éste como un cambio de parecer, un cambio en nuestros valores, convicciones y acciones desde el más profundo nivel hasta el más externo de nuestras motivaciones, hábitos y conductas. El verdadero arrepentimiento implica aceptar nuestro error y, por el Espíritu Santo, cambiar de actitud y conducta, adoptando nuevos valores, los de Dios. El Salmo 119 es una linda expresión de lo que Dios espera que creamos. Debemos obedecer porque le amamos y porque a través de conocerle llegamos a atesorar lo que El valora y respetar lo que El respeta para hacer lo que desea que hagamos.
Con respecto a lo de labios inmundos, este día precisamente, una amiga mía me hizo escuchar una grabación en la que un locutor leía cartas que los radioescucha enviaban con el objetivo de encontrar o saludar amigos. Mientras él leía se notaba su disgusto con algunas de las líneas…se trataba de una carta de un hombre buscando pareja homosexual, compartiendo detalles del tipo de prácticas y de la relación que esperaba encontrar. Me quedé perpleja! Si tan solo vemos lo que se escribe en Facebook…lo que aparece en TV por unos dólares mientras se prestan para corromper nuestra sociedad. Un amigo extranjero me decía recientemente que el mundo entero estaba girando alrededor de dos valores: dinero y sexo! Y mencionaba como la Iglesia en general no estaba exenta! Si somos sinceros, deberíamos llorar como el profeta, al escuchar lo que se habla en la sociedad…los temas de los que hablamos reflejan la clase de corazón que tenemos.
He notado además como últimamente, muchas personas se levantan con violencia. Hay poca tolerancia en las calles mientras manejamos. El irrespeto a los mayores es increíble. Este mismo amigo me decía que la cultura salvadoreña se caracterizaba por: el robo, la mentira y el orgullo, el deseo de parecer más inteligentes de lo que en realidad somos! Comentaba como los hombres en general, a través de la historia de esta nación, no han sido más que esclavos despojados de todo poder y autoridad…el único poder que tienen es sobre sus esposas e hijos y por esa razón hay tanta violencia intrafamiliar. Además compartía como muchas de las estudiantes de universidades prestigiosas, cerca quizá de un 60%, trabajan en áreas relacionadas con el sexo y muchas otras sostienen sus estudios o sus familias por medio de relaciones extramaritales con hasta 3 o 4 hombres a fin de “aumentar sus ingresos”. Muchos hombres no solo no aportan dinero a sus hogares “porque no les alcanza” pero si tienen otras dos o tres mujeres a quienes les “ayudan” con sus gastos…por supuesto para el alcohol, clubes y futbol si hay dinero pero para “el vaso de leche” de sus hijos, no. Pareciera más cómodo que el Estado piense en eso.
Mientras estos extranjeros compartían conmigo su perspectiva de los salvadoreños, no pude más que llorar a solas y clamar para que Dios tenga misericordia de nosotros, incluyéndome a mí y a mi familia porque tampoco estamos exentos de la influencia de esta cultura y porque es necesario que alguien haga la diferencia, sirva de modelo para que la sociedad se acerque a Dios.
Cuando el profeta se arrepiente, inmediatamente recibe perdón. Todo el proceso se origina y termina en Dios! Es esta redención a través del carbón encendido la que permite que el profeta se acerque a Dios y no solo que le vea de lejos, un tanto velado por los serafines. Este acercamiento le permite escuchar esta vez no la voz de los serafines sino la voz de Dios mismo. Vale la pena mencionar que esta etapa del encuentro tan solo ocurre cuando el profeta voluntariamente ha dejado caer su agenda personal y ha adoptado la agenda de Dios.
Mientras el profeta tiene una oportunidad que cualquiera de nosotros quisiera poder experimentar, sus expectativas son bastante muy diferentes a las nuestras. Sus expectativas o sus preguntas no están relacionadas con saber si recibirá sus bendiciones, sus preguntas se relacionan con:
-          Su ministerio (vs 9-10), él quiere saber qué va a pasar con su ministerio ya que las cosas están cambiando, hay un terremoto, se avecina una nueva temporada. Con respecto a su ministerio desea saber:
o   ¿Cuál es el mensaje que va a predicar?
o   ¿Cuál es la tarea a realizar?
-          Entendimiento sobre el entorno socio-político (11-13a )
-          Entendimiento sobre la venida del Mesías (13b)
En síntesis, debemos orar como el profeta para que Dios nos dé la capacidad de escuchar y ver (habilidades o facultades externas) así como entendimiento/discernimiento (capacidades internas)- versículo 9.
En el caso de Isaías, su llamado incluía ir a predicar de una manera tan clara el mensaje de salvación, que la gente estaría obligada a aceptar o declinar el llamado, lo primero para salvación y lo segundo para juicio. Se le estaba encomendando una palabra fresca, con una claridad sin paralelos para provocar una respuesta hasta el punto de no poder regresar.
Creo que nosotros como equipo de intercesoras y la nación toda debería caminar en este tipo de encuentro sobrenatural, por eso se vuelve hoy nuestro punto de enfoque de oración. Creo que es el tiempo del lanzamiento de los apóstoles y maestros que diseñarán nuevos métodos de explicar el Evangelio y con mucho mayor alcance a medida que se aproxima la venida de nuestro Amado Señor y Salvador, Jesucristo.

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