Antes de continuar con nuestro estudio, debemos hacernos dos preguntas muy importantes, principalmente porque estamos ya a una semana de la graduación del campamento para guerreros principiantes del reino.
La primera pregunta es ¿Tenemos lo que se necesita para ser guerreros del Señor? es decir, ¿El material del que estamos hechos es de guerreros verdaderamente? Esta pregunta viene al caso porque ninguna persona en el ejército se gradúa de soldado si su carácter no pasa la prueba. Durante seis semanas hemos estado aprendiendo a escuchar la voz de Dios y a obedecerlo; hemos estado aprendiendo a alinearnos a Su voluntad y no a lo que creemos nosotros que es correcto o "como deben ser las cosas". Los verdaderos soldados pasan la prueba de lealtad, es decir, aun a costa de sus propias emociones o pensamiento deciden seguir al líder; esa lealtad se demuestra con obediencia a costa de sufrir pérdida. Y esa obediencia viene por supuesto de la confianza en el Líder (Jesucristo) y de haber aprendido cómo habla, dejando poco espacio para repensar o rezongar ante Sus órdenes. Es el resultado de un entrenamiento que les ha enseñado a someter sus deseos a los de El, a mantener las emociones y los pensamientos en constante vigilancia de modo que aquél que se aleja de la verdad de Dios sea llevado cautivo. No todas las personas aprenden a vivir la vida militar, por eso debemos asegurarnos de que somos parte del grupo que el Señor ha elegido para hacerlo y valorar nuestra capacidad de enfrentar las embestidas del enemigo de nuestras almas.
La segunda pregunta es ¿Ha aprendido las lecciones de guerra espiritual lo suficientemente bien como para enfrentar con confianza el próximo ataque del enemigo?
Esta pregunta realmente se enfoca en el desarrollo de nuestras capacidades en la guerra espiritual a través de la intercesión profética. Un soldado no puede llevar a la guerra mayor armamento que aquél con el cuál ha entrenado porque las armas se vuelven parte de su cuerpo físico. Si entrena con una pistola eso es todo lo que podrá cargar en una guerra. Si entrena con un M-16, entonces podrá cargarlo y usarlo apropiadamente. En la figura de guerra espiritual significa que solo podemos soportar la carga de las armas que hemos usado y eso depende de nuestro carácter. Nuestro carácter es el equivalente a la musculatura que permite maniobrar armas pesadas. Interceder por los Siete Espíritus son armas pesadas! Cada una de ellas implica un ataque a otro nivel, para lo cual debemos estar preparados.
A diferencia de los otros Espíritus, el Espíritu de Gracia se basa en un versículo de juicio y no de bendición.
(Heb 10:29) ¿Cuánto mayor castigo pensáis que merecerá el que pisoteare al Hijo de Dios, y tuviere por inmunda la sangre del pacto en la cual fue santificado, e hiciere afrenta al Espíritu de gracia?
ESte verso está dirigido a los creyentes que MENOSPRECIAN al Espíritu de gracia. Hay dos maneras de hacer esto; en primer lugar, lo menospreciamos cuando creemos que somos y podemos ser lo suficientemente santos en nuestras propias fuerzas. Creemos que no necesitamos arrepentirnos, pedir perdón, examinarnos y confesar nuestros pecados unos a otros.
(Gal 5:4) De Cristo os desligasteis, los que por la ley os justificáis; de la gracia habéis caído.
La otra manera es totalmente opuesta, pensamos que podemos ser creyentes en Cristo y vivir una vida mundana y que a Dios no le importará porque El es bueno. Mas adelante de este verso dice que horrenda cosa es caer en manos del Dios vivo.
Examinemos pues primero lo que es la gracia. Se describe como un "Favor inmerecido" de parte de Dios. De modo mas práctico, el apóstol Pablo nos enseña que la gracia es la capacidad espiritual dada por Dios para vivir una vida piadosa.
(Tit 2:11) Porque la gracia de Dios se ha manifestado para salvación a todos los hombres, (Tit 2:12) enseñándonos que, renunciando a la impiedad y a los deseos mundanos, vivamos en este siglo sobria, justa y piadosamente,
Es la impartición del Espíritu de Gracia la que nos ayuda a renunciar a la impiedad y a los deseos mundanos de modo progresivo mientras vamos creciendo en santidad. Es esta impartición la que cambia nuestro anhelo por la música mundana por ejemplo, por adoración extravagante. Ya no somos los mismos! Es esta impartición la que nos convierte de personas indisciplinadas y egoístas en personas disciplinadas que ayunan, oran y dan abundantemente. Es esta impartición la que hace que pongamos la otra mejía y carguemos a los demás por una milla más. ¡Cuánto estamos necesitando esta impartición en la Iglesia de Hoy! En el ejército, ningún soldado indisciplinado, rebelde o irrespetuoso se gradúa! Un soldado con esas características termina en un calabozo! Si tenemos al Espíritu de Gracia en nuestros corazones, sin lugar a dudas estamos aprendiendo a decir NO a nuestros deseos carnales y SI a lo que proviene del Espíritu de Dios.
En segundo lugar, este verso nos muestra que es el Espíritu de Gracia el que nos moviliza y el que acerca a las personas a Jesús. Es la ministración que está involucrada con el evangelismo y la conversión. La gracia es la semilla del reino que se siembra en los corazones y que fructifica día con día a medida nos vamos perfeccionando en amor.
Debemos aprender a respetar al Espíritu de Gracia. Debemos aprender a movernos en esta impartición para no agravar al Espíritu. Hay un juicio sobre nuestras cabezas cuando no lo hacemos. Parece cruel pero, la gracia no obra en corazones desobedientes. Desde la conversión, cuando tenemos que aceptar que estábamos irremediablemente muertos y condenados a no ser por Jesucristo, hasta la vida en comunidad en donde confesamos nuestras debilidades los unos a los otros, la condición para fluir en este Espíritu es siempre LA HUMILDAD.
(Jas 4:5) ¿O pensáis que la Escritura dice en vano: El Espíritu que él ha hecho morar en nosotros nos anhela celosamente? (Jas 4:6) Pero él da mayor gracia. Por esto dice: Dios resiste a los soberbios, y da gracia a los humildes.
(Jas 4:7) Someteos, pues, a Dios; resistid al diablo (la tentación), y huirá de vosotros. (Jas 4:8) Acercaos a Dios, y él se acercará a vosotros. Pecadores, limpiad las manos; y vosotros los de doble ánimo, purificad vuestros corazones.
(Jas 4:9) Afligíos, y lamentad, y llorad. Vuestra risa se convierta en lloro, y vuestro gozo en tristeza. (Jas 4:10) Humillaos delante del Señor, y él os exaltará.
Santiago habla en estos versos de un estilo de vida en el cual continuamente estamos presentando nuestros cuerpos como sacrificio vivo, nuestros pensamientos los presentamos para que sean purificados. Es un constante acercarnos, humillarnos, someternos. Solo una persona con esa calidad de espíritu y carácter es capaz de acceder a mayores niveles de gracia, tanto para vencer las tentaciones como para alcanzar las promesas. La gente arrogante, los que tienen doble ánimo, los que se deleitan en el pecado sin ningún cargo de conciencia, los que se burlan de la santidad, ninguno de ellos puede tener acceso a la gracia de Dios, a menos que se arrepienta. No podemos vivir sometidos a Dios y sometidos a los poderes satánicos en nuestra manera de vivir.
(Zec 12:10) Y derramaré sobre la casa de David, y sobre los moradores de Jerusalén, espíritu de gracia y de oración; y mirarán a mí, a quien traspasaron, y llorarán como se llora por hijo unigénito, afligiéndose por él como quien se aflige por el primogénito.
El profeta Zacarías dice que la impartición del Espíritu de gracia que ha sido enviada a Su pueblo, es la que nos provoca a llorar y arrepentirnos del pecado y alcanzar misericordia en la sangre derramada de Jesús. Es una impartición que nos mantiene orando para crecer en comunión y ser fortalecidos en el hombre interior.
Una tercera cosa que la impratición del Espíritu de Gracia provee para los que se humillan es EL SUMINISTRO NECESARIO PARA GANAR LAS BATALLAS DEL REINO. Un ejército no es capaz de movilizarse más allá de los suministros que lleva, de lo contrario los soldados no morirán en batalla sino de hambre. El Espíritu de gracia es el que abastece el suministro en la línea de batalla, quien provee para todo lo que necesitamos.
(2Co 6:1) Así, pues, nosotros, como colaboradores suyos, os exhortamos también a que no recibáis en vano la gracia de Dios. (2Co 6:2) Porque dice: En tiempo aceptable te he oído, Y en día de salvación te he socorrido. He aquí ahora el tiempo aceptable; he aquí ahora el día de salvación.
Básicamente lo que el apóstol Pablo está diciendo es que Dios y nosotros colaboramos juntos en el establecimiento del Reino; en otras palabras, Dios es parte de nuestro equipo o nosotros del de El, por lo tanto nada nos puede faltar.
En otras palabras, es la impartición del Espíritu de gracia la que trae la provisión que estamos necesitando en el momento oportuno. Debemos anclar en nuestra alma estas promesas, Dios es por nosotros, el Señor cumplirá Sus propósito en mi, el Señor peleará la batalla y yo estaré tranquila, mi Dios pues suplirá todo lo que os falta conforme a Sus riquezas en gloria!
Dios no solo es bueno por naturaleza, tiene un pacto con nosotros al cual será fiel por siempre, nos ama como a la niña de Sus ojos. El vela por nosotros y Sus ojos recorren la tierra para hacer bien a aquellos que tienen un corazón perfecto para con El.
Cuando Dios está desatando este mover en una persona o ministerio, el diablo responderá con un ataque masivo llevado a cabo por un principado muy poderoso....
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.